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Porque él es nuestro Dios;

Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano.

Si oyereis hoy su voz,

No endurezcáis vuestro corazón,(A) como en Meriba,

Como en el día de Masah en el desierto,

Donde me tentaron vuestros padres,

Me probaron,(B) y vieron mis obras.

10 Cuarenta años estuve disgustado con la nación,

Y dije: Pueblo es que divaga de corazón,

Y no han conocido mis caminos.

11 Por tanto, juré en mi furor

Que no entrarían en mi reposo.(C)(D)

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Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo;
somos ovejas de sus prados.

Escuchen hoy lo que él les dice:
«No endurezcan su corazón, como en Meribá;
como aquel día en Masá, en el desierto,
cuando me pusieron a prueba sus antepasados,
aunque habían visto mis obras.
10 Cuarenta años estuve enojado
con aquella generación,
y dije: “Esta gente anda muy descarriada;
¡no obedecen mis mandatos!”
11 Por eso juré en mi furor
que no entrarían en el lugar de mi reposo.»

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Pertenecemos a Dios;
nosotros somos su pueblo.
Él es nuestro pastor,
y nosotros somos su rebaño;
¡estamos bajo su cuidado!
Si hoy escuchamos su voz,
no seamos tercos,
como cuando nos rebelamos
en el desierto, cerca de Masá.

Dios dice:
«En aquella ocasión,
sus antepasados me pusieron a prueba,
a pesar de que vieron lo que hice.
10 Durante cuarenta años
estuve muy enojado contra ellos,
y al fin les hice ver
que vivían en el error,
pues no obedecían mis mandamientos.
11 Por eso, ya enojado decidí:
“No voy a permitirles
entrar en la tierra prometida,
donde los habría hecho descansar”».

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