La mente gobernada por la carne es enemiga de Dios, pues no se somete a la Ley de Dios ni es capaz de hacerlo.

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Las intenciones de la carne llevan a la enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;

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ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios(A), porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo,

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