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El trato de Dios a su pueblo y a Egipto

Las codornices

16 Dios nuestro,
tú usaste a esos animales
y a gran cantidad de insectos
para darles a los egipcios
el castigo que se merecían.

En cambio a tu pueblo Israel,
en vez de castigarlo,
lo trataste con bondad.
Para calmar su hambre,
les diste a comer codornices,
aves que ellos no conocían.

Los egipcios,
aunque tenían hambre,
perdieron las ganas de comer,
por el asco que sentían
al ver esos horribles animales
que enviaste contra ellos.

Tu pueblo, en cambio,
después de sufrir hambre,
pudo darse el gusto de comer
la comida más deliciosa.

Los egipcios merecían sufrir mucha hambre
porque esclavizaron a tu pueblo;
así tu pueblo pudo ver
cómo hiciste sufrir a sus enemigos.

Las langostas y la serpiente de bronce

Dios nuestro,
tu pueblo sufrió
el ataque de fieras terribles.
Muchos murieron por la mordedura
de serpientes venenosas.
Sin embargo,
tu enojo duró muy poco.
Tú asustaste un poco a tu pueblo,
para que aprendiera la lección,
pero luego le diste una señal
para que se salvara
y recordara tus enseñanzas.
La señal era una serpiente de bronce,
y los que la miraron quedaron sanos.
Pero no se sanaron por mirar a la serpiente,
sino porque tú mismo los curabas,
pues eres el salvador de todos.

Así les mostraste a nuestros enemigos
que sólo tú libras de todo mal.
Ellos murieron
picados por saltamontes y mosquitos,
y no hubo remedio que pudiera curarlos,
porque se merecían la muerte.

10 Tus hijos no fueron vencidos
por las serpientes venenosas,
porque tu bondad los protegió y los salvó.
11 Si eran mordidos, se sanaban enseguida,
para que se acordaran de tus palabras
y no se olvidaran de tus beneficios.
12 No los salvó una hierba
ni ningún otro remedio;
los salvó el poder de tu palabra.

13 Dios nuestro,
tú tienes poder sobre la vida y la muerte,
y puedes quitarla y devolverla.
14 Es verdad que hay hombres malvados
que pueden matar a otros;
pero ellos no tienen poder
para revivir a los muertos.

El maná

15 Nadie puede escapar de tu mano.
16 Los malvados,
que no quisieron reconocerte,
fueron golpeados por tu brazo poderoso.
Fueron perseguidos por terribles tormentas
y por un granizo destructor;
el fuego los carbonizó a todos.
17 El agua debió apagar el fuego,
pero más bien le dio fuerza.
¡La naturaleza peleó
a favor de los buenos!

18 A veces el fuego disminuía,
para no destruir a los animales
que enviaste contra los malos.
Eso les sirvió de lección a los malvados
para que se dieran cuenta
que la justicia de Dios los perseguía.
19 Otras veces,
aun en medio del agua
las llamas ardían con fuerza,
para destruir las cosechas
de aquella nación malvada.

20 En cambio, a tu pueblo
le enviaste desde el cielo
un pan listo para comer,
que a todos les encantó.
¡Fue un manjar digno de ángeles!

21 Por medio de ese alimento
les mostraste tu ternura,
pues al comerlo, cada uno sentía
el sabor de su comida preferida.
22-23 Aunque esa comida
parecía nieve o hielo,
no se derretía con el fuego.
Así, el fuego perdía su fuerza
para que los buenos pudieran comer.
Pero ese fuego, al mismo tiempo,
ardía en forma de rayos y relámpagos,
para que el furor de la tempestad
destruyera las cosechas de los enemigos.

24 Los elementos de la creación
se someten a ti,
pues tú eres su creador.
Estos mismos elementos
se enfurecen contra los malvados,
pero se calman para favorecer
a los que confían en ti.

25 Por eso la naturaleza
se transformó por completo
y se puso al servicio de tu bondad.
Así ayudó en todo a tu pueblo.

26 Dios nuestro,
tú permitiste que todo eso pasara
para que aprendieran tus amados hijos
que no son las cosechas sino tu palabra
la que alimenta a los que en ti confían.

27 El fuego no destruía al maná,
pero éste se derretía al primer rayo del sol;
28 así tu pueblo aprendió
que debía levantarse antes del amanecer,
para darte gracias y encontrarse contigo.
29 Pero la esperanza del malagradecido
se derrite como la nieve
y se derrama como el agua.