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Tobías viaja al país de Media

Tobías me contestó:

—Padre mío, haré todo lo que me pides. Pero dime, ¿cómo hago para que Gabael me entregue la plata, si él no me conoce ni yo a él? ¿Qué señal le puedo dar para que me crea y me entregue la plata? ¡Ni siquiera sé cómo llegar a ese país!

Yo le dije:

—Gabael y yo firmamos un documento, lo partimos en dos y cada uno guardó una parte. Yo puse mi parte junto con la plata. ¡Hace ya veinte años que la dejé guardada! Ahora, hijo mío, busca a un hombre de confianza que vaya contigo para recuperar esa plata. Dile que le pagaremos por cada día que dure el viaje.

El ángel Rafael acompaña a Tobías

Tobías fue a buscar a alguien que conociera bien el camino y lo llevara al país de Media. Cuando salió, se encontró con el ángel Rafael, pero Tobías no sabía que era un ángel de Dios.

Entonces, Tobías le preguntó:

—Joven, ¿de dónde eres?

Y el ángel le respondió:

—Soy israelita, al igual que tú, y estoy buscando trabajo.

Tobías le preguntó:

—¿Sabes cómo llegar al país de Media?

—¡Por supuesto! —contestó el ángel—. Conozco bien todos esos caminos. He ido muchas veces, y me he quedado en la casa de Gabael, un israelita que vive en Ragues, ciudad de ese país. El viaje de Ecbatana a Ragues se hace en dos días, si es que no se encuentran dificultades en el camino. Esas dos ciudades están en las montañas.

Entonces Tobías le dijo:

—Joven, necesito que me lleves allá. Te pagaré lo que me pidas; sólo déjame ir a decírselo a mi padre.

—Está bien, —respondió el ángel—. Aquí te espero, pero no tardes.

Tobías vino y me dijo:

—Ya encontré a alguien que me acompañe, y además es israelita.

—Dile que venga —le dije yo—. Quiero saber a qué tribu y a qué familia pertenece, para ver si podemos confiar en él.

10 Tobías fue a llamarlo, y le dijo:

—Joven, mi padre quiere conocerte.

Cuando el ángel entró en la casa, lo saludé primero, y él me contestó:

—¡Qué tengas paz y salud!

Pero yo le contesté:

—¡Qué paz ni qué salud! Estoy tan ciego que ni siquiera puedo ver la luz del sol. Escucho a la gente, pero no la puedo ver. Vivo en la oscuridad. ¡Estoy muerto en vida!

—¡No se desespere! —me dijo el ángel Rafael—. Dios lo sanará pronto. ¡Tenga confianza!

Yo le dije:

—Mi hijo Tobías quiere ir hasta el país de Media, ¿podrías acompañarlo y servirle de guía? Yo te pagaré por tus servicios.

—Claro que sí —me respondió—. He ido muchas veces a ese país, y he recorrido sus cerros y valles; conozco bien esos caminos.

11 Entonces le pregunté:

—Dime una cosa, amigo, ¿de qué tribu y de qué familia eres?

12 Y el ángel me contestó:

—¿Para qué quieres saber de qué tribu soy?

Le respondí:

—Para mí es muy importante saber quién eres y cómo te llamas.

13 —Me llamo Azarías —me contestó—, y soy hijo del famoso Ananías, que también es israelita.

14 Entonces le dije:

—¡Bienvenido! No te enojes por las preguntas que te hice, porque ahora resulta que tú eres nuestro pariente. Perteneces a una muy buena familia.

»Conozco muy bien a Ananías y a Natán, los hijos del famoso Semelías. Acostumbrábamos ir juntos a Jerusalén para adorar, y sé que se han mantenido fieles a Dios. Son muy buena gente. ¡Sin duda perteneces a una muy buena familia!

15-16 »Si aceptas ir con mi hijo, te pagaré el salario justo por cada día de trabajo, más un pago extra y todo lo que necesites para el viaje.

17 El ángel me contestó:

—Yo iré con su hijo; no se preocupe, porque el camino es seguro. Regresaremos sanos y salvos, tal como partimos.

Yo exclamé:

—¡Que Dios te bendiga!

Luego llamé a Tobías, y le dije:

—Hijo mío, prepara todo para el viaje, y vete con nuestro buen amigo. Que el Dios del cielo los cuide y los traiga de regreso sanos y salvos. Que el ángel de Dios los acompañe y los proteja.

Tobías nos besó a mí y a su madre, y emprendió el viaje. Yo le gritaba: «¡Qué tengas un buen viaje!» 18 Pero su madre, llorando, me reclamó:

—¿Por qué mandaste a mi hijo a ese viaje? ¡Él es todo el apoyo que tenemos y siempre está con nosotros! 19 ¿De qué nos servirá tener más dinero si perdemos a nuestro hijo? 20 ¡Con lo que Dios nos da es suficiente para vivir!

21 Pero yo la consolé, y le dije:

—¡No te angusties! Nuestro hijo regresará sano y salvo. Así como lo ves partir, lo verás regresar. 22 Mi amor, no te preocupes ni tengas miedo. Un ángel bueno lo acompañará en todo el camino, y nos lo traerá sano y salvo.

23 Entonces ella dejó de llorar.