Por lo tanto, si a Su Majestad le parece bien, publíquese un decreto que ordene su exterminio. Yo, por mi parte, entregaré al tesoro real trescientos treinta mil kilos de plata.
[9] Si a Su Majestad le parece bien, y ordena que sean destruidos, yo daré trescientos treinta mil kilos de plata a los administradores del tesoro del reino.